miércoles, 28 de noviembre de 2012

La puerta mojada


Me presenté en su casa corriendo, algo sudoroso, pero mezclado con el sulfúrico de la lluvia que, por motivos desconocidos, había preferido descargar su furia en aquella noche solitaria antes que al día siguiente, que es cuando habían prometido en la televisión. La lluvia no fue precisamente noble. Al trasluz de aquella cortina de agua le acompañaba cada cierto tiempo un flash de luz que hacía más tenebrosa la noche. Cuando llegué a su puerta golpeé fuertemente la madera, con el canto de mis puños, y al grito de "ábreme puta". Me distancié un poco de la puerta y alcé la vista buscando algo de luz por la ventana. La lluvia mojaba con la peor de sus intenciones mi cabeza. En ese instante recordé que había dejado la ropa tendida. Me volví a la puerta y seguí golpeándola cada vez con más fuerzas. A la mano le acompañaron mis patadas pero nadie abría. Otro relámpago y otro tronar parecían observar mi enfado. Escupí en la puerta y me volví llorando. Camino de cualquier bar que me sirviera el último whisky o cualquier cama para secar mi ropa.

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