viernes, 30 de diciembre de 2011

Cerrado por derribo, también




Tu llegada fue improvisada, como las mejores canciones y como los mejores deseos. Llegaste sin hacer mucho ruido, como a ti te gusta, con tu pelo suelto, con tu libreta y con tus nervios, con tu voz aún por pulir y con tus ilusiones. Llegaste, provinciana, para tres meses y te vas, capitalina, tras una eternidad. Llegaste como una niña, con tu tono agudo y tu redacción juvenil y te vas con tu voz grave y tu escritura madura.

Y es que pocos conocen tu pasado, tus micrófonos en forma de cualquier cosa y tus entrevistas en la plaza a todos tus paisanos. Jugabas a soñar y tu sueño era ser periodista. Pero ¡mírate!, si eras una mocosa sin teñir pero más grande que cualquier cosa. Y es que pocos saben que deseabas ser periodista desde que estabas con pañales. Lo que ya muchos saben es que lo eres, y de las mejores.

Porque llegaste para tres meses y te vas cinco años después. Cinco años de trabajo duro, de levantarse a las cinco de la mañana para poder coger el bus que te llevase lo más cercano a Alcalde José María Amo, cinco años de perfección, cinco años sembrando confianza, cinco años donde recibías elogios hasta desde Finlandia, cinco años de elecciones trasnochadoras, cinco años haciéndome el hombre más orgulloso del mundo, cinco años sacrificando a tu familia para vivir cinco años sola, lejos de los tuyos. Cinco años de milongas y carpetitas, de apuntes donados, cinco años desviviéndote, al fin y al cabo, cinco años tras el micrófono.

Ese micrófono azul de la “C” blanca que tanto querías desde donde nos has contado todo lo que acontecía en tu ciudad. Y ahí estábamos receptivos, los de allí, los de Sevilla, los de tu pueblo, los de Madrid y el de allí arriba. Si, aquel que bien sabes recibía las ondas vía frecuencia modulada sin perder ningún ápice de calidad. Fiel oyente de la COPE que hubiera dado su mano derecha por verte desde el cristal de la pecera, o haberte escuchado desde una radio normal.

Pero el tiempo dedicado, tu disponibilidad absoluta y tu sacrificio parecen que no han sido suficientes. La vida, que ya sabemos cómo es de puta, nos volvió a zancadillear. Porque bien se yo, que no soy dios, pero al caso como si lo fuera, de tu pasión tras el micrófono. Deseabas escuchar la señal para ponerte los cascos y manejar ese complejo control de sonido que tenías en frente. Tú, tu folio y tu voz. Yo y mi oído, y tu voz…

Pero el tiempo trabajando como la que más, dejando de hacer tus propias cosas por estar disponible para la radio, parecen que no han sido suficientes. La vida, lo repito, es muy puta, pero no puta de prostituta –a las que aplaudo- sino puta de PUTA, ha decidido prescindir de una de las mejores profesionales que he conocido en cualquier materia. Bien lo sabes tú, que no eres dios, pero al caso como si lo fueras, que volverás pronto, muy pronto a trabajar y que no te cruzarás de brazos, porque como dijo Umbral “El talento, en buena medida, es una cuestión de insistencia” y a ti te sobra.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Pentagrama




Son oscuras las canciones
las tremendas y trémulas canciones
que de un árbol cuelgan de noche
que de un cielo roban la luna
y la guardan en el bolsillo de su melodía.
Son oscuras y pegadizas
como el temblor de un niño en el polo
con palabras repetidas hasta el hastío
y recuerda un monje que camina solo.
Que recuerda al viento que se cuela en mi azotea
al Sol de MI enRedadera
a las cadenas de misterios que rodean
al creativo que escribe su soneto
y pone música a su panfleto
que enamora el alma y vomita letras

viernes, 23 de diciembre de 2011

La carretera era enorme




La carretera era enorme, mayúscula, cual si fuera vocal en medio de tantas comas, rebeldes, juntas y de la mano. Era recta y profunda como su más triste ignorancia y en sus palabras, las que repetía constantemente y en los huecos de la almohada solía acomodar, se veía, o más bien se escuchaba, susurros de tristeza, de soledad, de desamparo,...al fin y al cabo, de esperanza. Porque la esperanza no se pierde, pero para no perderla antes hay que poseer todas estas características, a su libre elección por supuesto. Medio cuarto de desamparo, cuarto y mitad de futuro incierto y ponme la cabeza para el gato. Quizás el camino era extenso, oceánico, como si fuera la luz de una vela reflejada en la más profeta oscuridad. Pero no importaba. Tampoco importaba que su coche lengueteara las últimas gotas de la reserva de combustible, como beduino entre las dunas o como un poeta alcanzando la felicidad. Nada ni nadie podía pararlo. Kilométrica distancia inversamente proporcional a sus ansias de llegar allí. No importaba si en el próximo árbol tenía que dejar tirado el coche. La esperanza al fin y al cabo es eso, una locura.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

FELIZ Y MEJORABLE NAVIDAD




Llega el momento de mi felicitación, la anual, la típicamente hipócrita que se jacta de solidaridad, en estas fechas tan señaladas en que los reyes vagos nos llenan de su orgullo y satisfacción y los magos, que no son magos, ni son reyes, nos traen, con el sudor de su frente y renunciando a sus caprichos, algunos presentes que valen más que cualquier pasado mejor.
Por eso felicito a aquellos que me vieron nacer, crecer y ahora, por reciclaje académico, a penas ven pasar mis sombras por el pasillo. Aquellos que me han inundado de regalos en mi infancia y decoraron mis navidades como en el País de Nunca Jamás. A los cuatro palos de mi baraja. Gracias y felicidades.
Por eso felicito a quien tomó el testigo de mi extensa digestión. A quien me abrió las puertas de su casa, a quien me abrió los brazos, las manos, su corazón. A quien aguanta mis interminables e incumplidos sueños, a quien repasa mis malos humores, a quien el Condado debe un monumento. Gracias y felicidades.
Por eso felicito a aquellos inolvidables olvidados por mi descastada guía telefónica. Aquellos a los que agradezco profundamente que sean como son, aquellos, que a pesar de mis subterfugios arrabaleros, siguen contando conmigo cuando se presta la ocasión. Los que pasearon junto a mi por el Repilado en algún invierno. Gracias y felicidades.
Por eso felicito a los que lo merecen. A los de siempre, a los nuevos y a los que están por llegar. A los que conocí en mi infancia, con los que me bañé en el Guadiana, a los que le dan al “me gusta” en mis comentarios, a los que twittean prosa en 140 caracteres, a los que pasan los días y ahí están, pasan los meses y ahí están, pasarán los años y ahí estarán. Gracias y felicidades.
Por eso felicito a la familia, primos, tíos, sobrinos, cuñados (por parte de hermano y por parte de señora)…tanto los que comparten parte de mi código genético como a los que vieron nacer, crecer y ahora, por cuestiones laborales, a penas ven pasar las sombras por el pasillo de la testigo de mi extensa digestión.
Por eso felicito a los que no lo merecen. A los cínicos y envidiosos que me hacen más grande. A los inseguros que me hacen más seguros. A los que le dan al “me disgusta” (si pudieran) en mis comentarios. A ellos más que a nadie gracias porque por ellos cada vez soy más fuerte. Y felicidades claro.
Y a los otros tantos que no se vean reflejados, pero que seguro que podrían encuadrarse en cualquiera de los párrafos anteriores, también los felicito. Porque si formáis parte de mi vida, por activa o por pasiva, devengando mis virtudes y soportando mis defectos, sois dignos receptores de mi absurda, extensa pero cariñosa felicitación de Navidad. Gracias y felicidades

Feliz Navidad

lunes, 19 de diciembre de 2011

DisPUTAS




-Cierra la puta boca
-¿Qué boca?
-La de debajo de la nariz
-¿Qué nariz? ¿La tuya o la mía?
-La tuya, imbécil
-No hace falta insultar
-No te he insultado
-Si que lo has hecho, lee la quinta frase
-Pues si que lo he hecho, ¿y qué?
-¿Qué de qué?
-¿Qué de qué dices?
-Lo has dicho tú
-Que te calles, coño
-¿Has dicho coño?
-Si, ¿y qué?
-Que se lo voy a decir a mamá

viernes, 16 de diciembre de 2011

Literatos oníricos




Solté el ejemplar de Kafka que tenía en las manos y me dispuse a pegar una cabezada en ese mismo sillón. Me tapé con la manta que tenía en el regazo y cerré mis ojos a la par, con una precisión incontrolada y simétrica que no solemos valorar. Solo parpadeé con los ojos cerrados un par de veces antes de empezar a dormir y fue entonces cuando,en la viñeta de mi vida,empezaron a salir letreros de ZzZzZ...
Ahí estaba en frente mía, Oscar Wilde esperándome con una copa de vino. Pero no de las pequeñas, sino de las de balón, de las que puedes invitar a varios de tus amigos con una sola copa de esas. Su melena oscura rozaba el suelo y a cuatro metros, lord Alfred Douglas miraba de reojo, con encelados ojos y muecas para la ocasión. Tose y me da una foto, una foto en blanco y negro con una inscripción por detrás "lo único que vale la pena en la vida es la belleza, y la satisfacción de los sentidos" firmado: Henry. No se me ocurre hacer otra cosa que romper la foto y dar un puñetazo a Wilde que llorando va a parar a los hombros orgullosos de Douglas que me señala con el dedo medio la puerta de salida.
Al darme la vuelta veo a Ernest Hemingway aplaudiéndome y diciéndome "asjsue sjueos jhske2". Es lo que entendí porque yo estaba más pendiente del toro que acariciaba que de lo que salía de sus labios. Entonces le pregunté que por dónde se iba a "ninguna parte" y me dijo en perfecto inglés "where you want, my friend" (por donde tú quieras, queridísimo, perfecto y guapo amigo. El sueño es mío y traduzco lo que quiero). Entonces fue cuando decidí tomar el camino que creía mejor y me introduje en el culo del toro. No me costó mucho porque estaba bastante dilatado lo que me dió que pensar en una presunta zoofilia del norteamericano.
Una vez dentro, y con poco oxígeno que respirar, ahogándome y con la presión del ambiente, como de costumbre, me encontré con ella.
-"Cariño, ¿qué haces aquí?"- le dije con voz de miedo, también como de costumbre
-"Despierta ya que llegas tarde a trabajar, joder viejo estúpido"
Y abrí los ojos, me desperté y le dí un beso en la mejilla a mi mujer que estaba esperándome con los rulos puestos y cara de mala leche (como de costumbre)
Salí por la puerta y grité. Y al rato me fumé un cigarro.

martes, 29 de noviembre de 2011

El tren de siempre




Su susurro se escuchó en media manzana. Sílaba a sílaba, acento a acento, improperio a improperio. Los árboles, los desérticos y caducos árboles, observaban atónitos aquel banco en la estación, tan lleno de historias y besos de despedida. Aquel banco que antaño fue poesía y hoy es rescoldo de maletas que se equivocaron de estación. Sólo estaban ellos, los de siempre, los que a aquella hora tenían que estar allí. Como todos los domingos. Como todas las tardes.
En aquel banco solo estaban ellos, los de siempre, y un periódico del día anterior, y un par de gorriones a la vera que trataban de engullir los pedazos de corazón que ellos dos, los de siempre, estaban dejando caer en el suelo. Veinticinco años llevando su foto de carnet en la cartera, veinticinco años soñando juntos o veinticinco años sentándose en el mismo banco, aquel banco tan lleno de historias y romances capulescos, aquel banco que un día fue beso y hoy era anochecer.
El tren se acercaba, el silencio dormía y sus besos se esfumaban. Era de cercanías, y tanto que se acercaba. El tiempo se detenía, los árboles aplaudían y los gorriones, más empachados que nunca, salían a volar.
Le dió un beso, esta vez en la mejilla y se montó en el tren. Avanzó buscando un asiento y se sentó junto a la ventana. Mientras reanudaba su marcha dijo adiós con la mano y fue correspondido. Y esta vez le dió otro beso, pero se lo dió con una lágrima.

jueves, 24 de noviembre de 2011

El país de las maravillas




El conejo llegaba tarde y ella se escondió tras el espejo. Se arrodilló y echó a llorar, dos ríos por lo menos. Lo primero que se me ocurrió es que lloraba tras caer por la madriguera, pero no, no lloraba por eso. Si apenas se había hecho daño. Alicia lloró porque tenía que llorar. Porque le tocaba y porque así estaba escrito. Y se ahogó en un mar de lágrimas extenso, tan extenso como su melena, y tan abril como la primavera. Y siguió llorando y llorando, tanto que se agarró a la rama de aquel sucio olivo, hasta la copa, hasta que la rama bien podía llamarse cordón. El océano de lágrimas cada vez era más grande y el cielo cada vez estaba más cerca. El conejo corría, el reloj se paraba y el huevo hacía una tortilla. Pero Alicia no paraba de llorar. El frío solidificó el mar y los convirtió en oro. Ella bajó lentamente, como pudo, con un pañuelo en el escote. Todos parecían felices menos ella. Todos los cuerpos parecían bailar menos el suyo. Una tortuga tocando el acordeón, una baraja de cartas sin reyes, cadenetas de felicidad. La fiesta estaba asegurada pero Alicia volvió a esconderse tras el espejo. No disfrutaba la felicidad y se atoraba en la desesperanza. Quizás porque cegó su vista y se empeñó en no disfrutar aquel mundo de maravillas.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Pecados




Cuando volvió a la tierra era Marzo y el cielo oscuro prometió guerra. Traía el pelo más largo que nunca, tan largo que casi tocaba el suelo. Una rasta con gomas y algún que otro parásito le acompañaban. Sus ojeras denotaban sueño, como si llevara despierto desde su marcha. Un cigarro, quizás Marlboro, flotaba en sus labios. Tenía los pantalones rotos, de cuero negro y botas tejanas. Lo único diferente a la última vez que estuvo aquí fueron sus alas, sus negras y largas alas.
Y allí estaba soltando humo de aquel cigarro, quizás Winston, mientras miraba, con los brazos en jarra, aquel campanario triste que, como casi todos los campanarios, habían dejado de tocar hacía tiempo para dar paso a las tecnologías. Ahora, la gente va a misa por la llamada de un actor de doblaje llamado altavoz. Había vuelto, sí, pero para cerrar un trato. La última calada se la dió a las 11 y al exhalar todo el humo se hizo media noche. Coincidió la última campanada descargada de Internet con las últimas partículas de aquel humo del infierno que lanzaba por su boca.
Traspasó la puerta de aquella iglesia como por arte de magia y de repente se hizo la luz. Una doble hilera de velas en el suelo, que nadie había colocado allí se encendió al unísono. Comenzaba en la puerta y acababa en el altar. Fue cuando cogió otro cigarro, lo situó en su boca y se agachó casi de forma horizontal para encender el pitillo. Al encendérselo inhaló fuerte y se santiguó. Sus uñas, sus negras y largas uñas crecieron en cuestión de segundos. Paso a paso se acercó al altar y, al llegar, observó que la cruz se había quedado vacía. Ni siquiera los clavos con los que fue clavado se encontraban allí. Su desconcierto fue religioso. Mientras fumaba aquel cigarro, quizás Nobel, escuchó una voz que sonaba justo detrás suya.
-No deberías fumar aquí
Su barba le hacía parecer descuidado pero a la vez tan sabio.
-No creo que en la iglesia moleste el humo.
-¿Por qué dices eso?
-Velas, cirios, incensarios,...
-Para, para...
-Inquisición, quema de libros,...
-He dicho que pares!!!
-Perdón, me he crecido
-¿Qué has venido a hacer aquí?
-Vengo a confesarme, ¿dónde está?
-¿dónde está quién?
-Ya lo sabes, no te hagas el tonto
-Lo he tenido que bajar. Se a qué vienes
-Tu no sabes nada
-¿Qué hora es? - preguntó aquel cura con figura de Cristo
-¿No ves que hace bastante que dejó de importarme el tiempo?
-Pues a mí si me importa, tengo que acostarme
-Confiéseme padre
-Empieza
-¿Aquí?
-Empieza coño
-Ave María purísima
-Sin pecado concebida
-Padre me confieso de ... ... ... ... ... ...
Y así estuvieron dos o tres horas, contándole todos sus pecados, los efectuados en vida y los reverenciados al otro lado. Al final rezó 30 padres nuestros, el Cristo volvió a la cruz, las velas se apagaron y aquel angel negro siguió con sus alas negras fumando aquel cigarro, quizás un habano. Se quedó mirando aquel campanario y se marchó por donde había venido. Alzó sus alas y saltó hacia arriba. Diez metros en vertical y desapareció. Debía haber sido político porque ni Dios pudo arreglar sus pecados.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

SOLEDAD



El día de su entierro no hubo nadie que le acompañara. Ni plañideras ni pañuelos de seda moqueados. El día de su entierro era Martes y al día siguiente fue fin de semana. Nadie en el pueblo podía hablar de ella porque nadie la conocía. Solo sabían su nombre y a veces su color de pelo. Se llamaba Soledad, y vivía en la única casa que no existía el ruido. Se llamaba Soledad, como si su madre supiese de antemano cual sería su destino.
Llevaba 20 años en el pueblo y llegó con solo 17. Cuando vino, lo hizo con un hombre veinte años mayor que ella, de tez morena, brazos picados, como si se le fuese a ir la vida por cada uno de esos agujeros. Ella guapa, muy bonita, como la esperanza más con el tiempo se le escapó su hermosura y toda la esperanza que le quedaba. Se hospedaron en aquella casa vacía, a la que nadie nunca llegó a reclamar. Sin muebles, sin corromper su corazón por la inexistencia de TV. Los inviernos eran fríos, solo calentados por la candela que se hacía en aquel latón gigante que daba luz a la habitación cuando los funcionarios del ayuntamiento devolvían a la normalidad aquel puesto de luz adulterado para recibir electricidad sin pagar nada.
Poco tiempo vivió su compañero. Murió a los tres años. Su nombre nadie lo sabía pero en el pueblo, cada vez que hablaban de él lo hacían, sin faltar, como "aquel yonki de mierda"
Y a partir de ahí, diecisiete años en soledad, como su propio nombre indica. Diecisiete años interminables con mucha más sombra que luces, con frío, hambre, pero que nunca faltaba un pico en la mesa. No me preguntéis como lo conseguía pues en el pueblo nunca ha protagonizado más escándalo que el de su mera presencia. La mesa, como cualquier mesa, era un caos. Cucharas, platos, polvo, mucho polvo, chustas de cigarros contadas por miles, un rollo de papel de aluminio del chino, un mechero, un par de jeringuillas y un rulo.
Cuando pasó un par de días, quizás veinte, y al echar en falta aquel zombi viviente tropezando por las calles, la policía, más corcuera que nunca, invadió su cementerio particular que era aquella casa okupa y la encontró muerta. Nunca se supo como murió, aunque se rumoreaba como pudo haber sido. Murió en la más absoluta soledad, como en la inexistente muchedumbre de su entierro, como su puto nombre.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Las 4:00 am




Debían ser más de las 4:00 am, más que nada por la cantidad de personas que habían en aquel tugurio. Que yo contase, dos camareros, un viejo de setenta y cuatro años y tres meses (lo se porque le faltan nueve meses para cumplir los setenta y cinco y esas cosas se notan desde lejos), un chico polaco acompañado de una chica polaca, un imberbe con acné y, desde que se fue enfadado su novio, una espectacular y alta mujer, pero no tan alta como su clase. Si fuese valiente os confesaría ahora mismo que me encandiló pero, ¿qué podía hacer?
Estaba bebiéndose un tequila mientras masticaba algunos cacahuetes. Le quedaba más de la mitad del vaso cuando alzó al cielo su mano y se bebió lo que quedaba de alcohol.
-Otro por favor-le pidió educadamente al mayor de los camareros
Tenía el pelo rubio con peinado de peluquería. Sus pendientes de perlas brillaban con el reflejo de la tenue luz que doraba su cara. Una blusa blanca que debía costar un pastón a la que ella, estratégicamente, había privado de colocar uno de los botones en su debido agujero para mostrarnos(me) lo más sugerente de su generosidad. En su banqueta de al lado su abrigo y su bolso que debían valer más que mi hipoteca de dos meses. ¿Qué podía hacer yo? Su novio, su amigo, su ex, su marido, quién coño fuera había aparcado anteriormente un Mercedes CLS al lado de mi Twingo azul que bien podía ser rosa fucsia o amarillo limón, o blanco y negro como las cebras. Da igual, nadie iba a mirar aquellas cuatro latas al lado de aquel tanque de la ingeniería alemana. ¿Cómo podía competir yo ante eso?
Su mirada empezó a descentrarme.
-"¿Me ha mirado?"-pensé. "No, seguro que ha sido sin querer. O estaba mirando como se están besando los dos chicos polacos".
Recogió sus cosas y se sentó al lado mía.
-Perdona por entrometerme pero, ¿eres el chico que murió el mes pasado?
-Sí, ¿cómo me has reconocido?-contesté asombrado por la capacidad de análisis. Rubia, guapa y lista.
-Bueno, igual es porque te veo más difuso que al resto y porque no te puedo tocar. He visto tu Twingo ahí aparcado. ¿Es que no tienes...perdón, tenías, a nadie que pueda retirarlo?
Claro, como no iba ella a reparar en el Twingo si había dejado su Mercedes vigilando al mío.
-Sí tenía gente -contesté- Una hermana que vive en Andalucía y que no se dignó a venir a mi entierro con la excusa barata de que estaban operando a su marido a vida o muerte. Por lo que te puedo contar no he visto ni su ánima ni su nombre en la lista así que la disyuntiva dejó de ser disyuntiva. Afortunadamente, claro.
-Vaya, es fascinante
-¿Fascinante?¿El qué?
-Que estemos aquí intimando y a punto de acostarnos, tú un cuerpo éter y yo pura pasión
-¿Acostarnos? ¿Y tu marido? ¿o es tu novio? ¿Llevo cinco preguntas consecutivas?
-Seis con esa última. No te preocupes, lo he dejado marchar. Se ha llevado consigo su cartera y su CLS. No su Mercedes, sino su CLS
-Así que te llamas...
-Andrea
-Pensé que serías...
-Mercedes. No, Mercedes es la guarra que se ha estado tirando a mis espaldas y que también se ha enterado hoy mismo que estábamos juntos. Se ha quedado sin una y sin la otra.
-Qué cabrón
-No hables así de él!!!
El enfado fue notable. Cogió sus cosas y se marchó, no sin antes dedicarme un:
-¡ Bete a la mierda !
Con faltas de ortografía y todo. Se ve que era rubia, guapa y lista pero que no sabía de gramática.
Me quedé estupefacto, muerto. Cogí mi chaqueta y me fuí. Pagué mi cuenta y la de ella. Me devolvió el camarero más joven 5 euros y el viejo en los zapatos. Despedí a la gente pues me quedaba un largo camino para llegar a casa, para llegar al cielo. Pero antes me dirigí al viejo que acababa de vomitarme:
-¿Te espero?

jueves, 10 de noviembre de 2011

Lleno de agua



El taxi olía a cerrado, a canela y nieve, a sofrito o que se yo que cosa, pero olía a cerrado, mal, mejor dicho, a tinieblas. Sin embargo la simpatía que derrochaba su conductor no correspondía con el mal ambiente creado en su vehículo. Se trataba de un señor mayor de pelo blanco, entre 60 y 25 años, una criba bien amplia porque el tiempo me enseñó que los prejuicios terminaban equivocando mis intereses. Marido trabajador que lucía bien orgulloso su alianza, deboto del Gran Poder y oyente de M80 Radio, era toda la información que pude sacar de él. Bueno, sin olvidar que el taxi olía a jabalí muerto. No tardó en hablarme.
-Lo bien que sientan estas lluvias ¿verdad?
-Bueno, sí -contesté educadamente pero sin muchas ganas de hablar.
-Todo lo que nos rodea es agua y sin ella no sobreviviremos. Los pantanos, los ríos, los océanos, los sueños,...
-¿Los sueños?
Confieso que la relación acuática vs onírica despertó mi interés
-Por supuesto, los sueños dependen del agua, como crees que se mantienen en el aire, ¿volando?. No, no, los sueños no están en el ambiente o mejor dicho, no vuelan solos. Están en el agua. El aire contaminaría los sueños y es lo que poco a poco está sucediendo en el agua. Pronto habrá que buscar una nueva forma de transportar los sueños porque su medio acuoso terminará colapsado de contaminación.
-Pero, ¿por qué dices que que "no vuelan solos"?
-Pues que sí pueden estar en el aire, pero gracias al agua. La lluvia, el rocío, la nieve,...el aire está lleno de moléculas de agua que humedecen nuestras vidas.
-Vale, vale, suponiendo que lo que cuentas es verdad, ¿qué tiene de beneficioso?
-Realmente nada, solamente que podemos ver los sueños. Al menos el transporte. Suficiente para saber que lo que bebemos cuando tenemos sed están llenos de sueños, tuyos o de otros, pero sueños
-Excepto cuando bebemos cerveza- bromeé
...
-Eso no ha sido gracioso.
Me ruboricé
-Perdón
-Perdonado
-Entonces, ¿cuando nos bañamos en la playa?
-La gente no sabe el daño que hace cuando orina en la playa. Mancha de ese líquido todos nuestros sueños. ¡Pero qué error!. La orina procede de los riñones, y todos los líquidos malos de nuestro cuerpo son expulsados mediante la orina. Y si la mezclamos con nuestros sueños...
-Se contaminan
-Exacto. Vas entendiéndolo. Date cuenta de una cosa. Nuestro cuerpo humano está compuesto el 75% de agua. Eso dice mucho de nosotros. Estamos siempre pendientes de nuestros sueños, de saber si cumpliremos o no nuestros sueños. Nos amparamos un 75% más en los sueños que en nuestra realidad. ¿No te parece interesante?
Entonces empecé a llorar
-¿Por qué lloras hija? -dijo el taxista
-Ayer lo dejé con mi novio, el hombre de mi vida, y ahora expulso parte de mis sueños.
-Lo siento mucho, son siete con treinta.
-Cóbrate ocho euros
Y en la calle seguía lloviendo

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Zapatos nuevos de tacón




No tenía ni la menor idea de la repercusión que tendría comprarse esos tacones. Les quedaba como anillo al dedo. Se tambaleaba al andar, si, pero le hacía tan sexy. Corrió a coger el autobús y, al subirse, todos los hombres se dieron la vuelta para mirarle. Existía todo tipo de caras excepto de indiferencia. No duró mucho el trayecto, apenas dos paradas. Al bajarse despidió al respetable con un elegante dedo al aire, como invitándoles a subirse ahí mismo y a pedalear al unísono. Solo faltaban dos minutos a pié para llegar a su casa. Estaba deseando ponerse esos tacones rojos y verse en el espejo con aquel top de mercadillo que compró la semana anterior. Subió las escaleras de la manera más silenciosa que pudo. Abrió la caja y sacó sus zapatitos y los contempló entre sus manos. Se quitó los que llevaba y se colocó uno a uno sus nuevas adquisiciones. El izquierdo fue el primero. Notó como le apretaba. Daba igual. Se puso el derecho y se dispuso a contemplar su figura en el espejo. Estaba espectacular. De pronto se abrió la puerta. Todo pasó muy deprisa. No dió tiempo de nada. Su mujer no daba crédito al verlo con esa falda y esos zapatos rojos.
-"¿Pero qué coño haces Manuel?"
...
El portazo se escuchó hasta en el autobús que le transportó hacía quince minutos. Desvió la mirada de la puerta y la dirigió al espejo y contempló su figura, sobre todo aquellos zapatos rojos de tacón.

lunes, 31 de octubre de 2011

Con traje y corbata



Disculpe usted señor encorbatado, de chaqueta cambiante y vuelo irregular. Soy uno más entre los parados, entre aquellos en chandal o pantalón vaquero, con sudaderas con cremalleras o camisetas de algodón. Disculpe si lo cojo desayunando desde este hotel lujoso en medio de la ciudad, pero es aquí donde le he encontrado y desde donde me quiero explicar. Lo noto más simpático, más cercano, más borbón. Lo noto en como me da la mano, en como me mira, en como guiña y asiente cada palabra que lanzo. Supongo que se debe a que ahora me necesitas, a mi y a toda mi familia, amigos y enemigos. Será que precisas mi apoyo y te queda tan bien esa sonrisa de falsedad...
No, no quiero desayunar gracias, aún me queda dignidad. El croissant para usted o su homólogo francés, el zumo de naranjas y pepino para la alemana, y el café lléveselo a su madre que se lo agradecerá más. He venido aquí, o mejor, le he encontrado, para decirle que salga de este Ritz, abandone Moncloa, Génova o el Palacio de San Telmo y dése un paseo por las calles de verdad, por las del pueblo que ahora tanto aplaude. Fijese bien en nuestros problemas, en nuestro final de mes. Mira como de largas son las colas del paro, que ya no hay sitio para aparcar los coches en el INEM, ni siquiera dinero para gasolina, y por el bien del medio ambiente que tanto pregonan tendré que ir a pié.
Mira las listas de la compra, las pensiones de nuestros viejos, mis ingresos mensuales. Y dígame, ¿quiere que le vote?
Mira como comen nuestros hijos, nuestros nietos, mi futuro como diplomado (aunque gracias, porque por su labor, mi carrera tiene más salida que nunca. Puedo trabajar de dependiente, comercial, reponedor, en el McDonald), mi generación como se arrastra por los lodos para optar por un puesto en un Supermercado.
Mira, pero deje de una puta vez el croissant y mira, mira a tu alrededor, como aumentan las tasas de pobreza, como se reducen las comidas diaria, como lloran los padres y les consuelan sus hijos.
Mientras tanto, las empresas, las grandes y ricas, echan sin piedad a cientos de miles de empleados eficaces, independientes.
Mientras tanto, bajan mis pensiones, aumentan mis años de cotización. Si, a esa que no llegaré a mis casi treinta años por haber estado estudiando, por faltar trabajo.
Mientras tanto, aumentan vuestros sueldos, aumentan vuestras pensiones vitalicias. ¿Pero eso como va a ser? ¿Encima quieres que te vote?
Mientras tanto los bancos, pero no donde nos sentamos a esperar el tren o una oportunidad, se forran a nuestra costa. Las grandes guardianas de nuestro dinero. Me quitan la casa, mi vida, y encima debo seguir pagándoles. Pero que panda de sinvergüenzas. Si, pero no me asienta de nuevo y me digas eso. Claro que ves la injusticia, pero no haces nada por evitarlo. Al contrario, les invitas a un café y que lo pague el Estado.
Dime señor como quiera que se llame, de traje del color que quiera o zurdo o diestro, me da igual. Después de esto, ¿quieres que te vote?
Me voy a pegar el lujazo de invitarle a este desayuno, al fin y al cabo lo hacemos a diario. Ah, no olvide llevarle el vaso de café a su madre. Ella no tiene culpa de tener un hijo como usted.

De esas que nos da la vida



Una piedra, y otra piedra, y otra piedra, y una roca,...y cada vez más viejos y más cansados, sin fuerzas para saltarlas. Cada vez más duras, más tercas y más putas. Cada vez más urticariantes, como danzarinas medusas en un poblado mar. Piedras negras y marrones, grises como este otoño, cínicas. Piedras que se van quedando por el camino, siendo solo eso, piedras, pero que se nos meten en la cabeza preocupando nuestros sentidos, tristes y pesados sentidos. Tacto, aspereza de cielo, fría la tierra que pisan nuestros zapatos. Olfato, fetidez extrema en el ambiente, huele dinero en sus bolsillos y cada vez más a mierda en nuestras cuentas. Huele a barro hasta en las piedras que encuentro en mi caminar, y las piso y las repiso pero sigue oliendo más. Gusto, amargor, dulce amargor. Me sabe mal la vida, las angustias salivan calamidades. Me sabe mal la vida, como a chocolate agrio, como nubes de algodón almidonado. Oído, para que quiero el oído. Para escuchar malas noticias, para oir sobre las injusticias. Crece el número de parados, y ellos cada vez más ricos. Resuenan en mis tímpanos coros infernales, Dos y res, pero cada vez menos soles. Vista, al frente, siempre al frente. Porque no hay que olvidar que solo son piedras, más grandes o más chicas pero solo son piedras. Piedra, papel o tijeras, el papel se carga la piedra, y el papel es el que jugamos en la vida, el que nos muestro los guiones que nos debemos saltar. El papel donde escribir nuestro propio destino. Porque no hay que olvidar que solo son piedras, y si no las puedo saltar paso por su lado.

miércoles, 26 de octubre de 2011





Míralos como se besan, como dos veinteañeros desvirgados. En los mismos labios de los que salían sus te quieros, falsos y roídos, con tufillo a venganza. Si entre los dos suman ochenta años y no pasa el viento entre sus pechos. Míralos, a la vista la gente, en un banco cualquiera y bajo las nubes negras que prometen remojarnos. ¿Quién lo hubiera dicho? Si esos labios, que fueron mis labios, que fueron humedad en mi vida, ahora se regocijan en esos otros labios, falsos y roídos, con tufillo a envidia. ¿Quién me lo hubiera dicho? Si hasta hace dos veranos fue mi compañía, mi secreto, mi dolosa perdición. Si hasta hace nada nos conformábamos con nada, nos deleitábamos con menos, nos besábamos todo. Pero míralos, ahí siguen, mientras los niños pelotean y los coches lloran.

martes, 25 de octubre de 2011

Sedimentos del desamor





Le dejó con la piedra en la boca, en la suya, acariciando sus dientes con duras rocas de salón. Hizo una mueca de acritud, como de limón amargo y cerró la ventana con fuerza, como si así impidiese más entrar al viento. Al otro lado, los coches, las demás ventanas, los otoños, y él. Se quedó como un árbol perenne ante el cenizo de cristal que ponía fin a todos sus pasos con ella, el mismo lugar donde desvirgó sus ósculos y desde donde divisaban astros poéticos en el cielo. Fue fuerte, no derramó ninguna lágrima. Ella tampoco. De repente volvió a abrir la ventana. Los nervios, los más nerviosos de Octubre, recorrieron todo su cuerpo. Le tiró una piedra y un jersey junto a una nota de papel. "Esto es tuyo"

jueves, 20 de octubre de 2011

the time



El tiempo es imparable, súbito y rabioso. Un subjetivo concepto rodeado de veinticuatro largas trenzas de color eterno. Pasa rápido al sonreir pero se alarga al llorar. El tiempo, perezoso, es un círculo blanco con dos velas negras, tirantes y presumidas. Una novedosa forma de soñar rodeada de sesenta odiosos minutos. Pero el tiempo es algo más. El tiempo, en ocasiones, es cálido y enamoradizo cual un salón con chimenea, o candente o azul. El tiempo, contigo, es primaveral, floreado y musical. Un canal de flores rodeado de veinticuatro esperanzas remendadas. El tiempo, en tu bolsillo, es menos tiempo que nunca.

viernes, 30 de septiembre de 2011

El mundo en nuestras manos




Igual las alegrías duran poco para que sepamos valorarlas más, para que aprovechemos hasta la última vibración de emoción por estar felices. Por eso, el resto del tiempo, la mayoría del mismo, llega un varapalo, una piedra en el camino o un huracán que revuela los cimientos de los sueños, el trabajo diario de año tras año, de putada en putada. Por eso duran poco, para que las valoremos, para que aprovechemos hasta el último atisbo de las sonrisas de oreja a oreja, de las mañanas tarareando melodías. Porque duran poco y lo demás es ceniza. Porque construyes castillos y siempre hay algún ladrillo que te estropea el trabajo. Porque siempre hay una almendra amarga, o un grano de pimienta en las lentejas. Por eso duran poco, para que las valoremos y cantemos en voz alta que por breve lapso de tiempo somos felices. Pero para eso estamos los demás, que también tenemos nuestros días. Unos buenos y la mayoría malos. Pero para eso estamos los demás, para levantarte, para auparte los labios y que sigas sonriendo, para dejar de tararear y ponernos a cantar. Para que sepas que aunque se te caiga un terrón de arena de la mano, aún podemos agarrar el resto del mundo con las de los dos.

martes, 30 de agosto de 2011

Eco del reloj




Eran más de las 12 pero igual parecían las 10. De todas formas el reloj llevaba meses parado e intuía la hora que era por las veces que le danzaba el vientre en búsqueda de alimentos. Se levantó de la cama confiado de encontrarla descansando donde la dejó por la noche, o igual preparándole un café o un porro. Al salir de la habitación lanzó un "Buenos días" con eco. Obviamente no recibió respuesta más él no le dió importancia. Se dirigió pues al retrete a miccionar el aceite de su vejiga. Le hubiera gustado verse en el espejo pero estaba roto en varios pedazos que lo único que hacía era desfigurar la cara al estilo Picasso. No recuerda cuando lo rompió pero si cómo. Una noche de alcohol, de putas,...ya sabeis, una noche normal. Al acabar salió al salón. Ni siquiera se lavó las manos. Llamó a su amada de una voz. La volvió a llamar. Dos veces más. En ninguna de ellas fue devuelta la llamada. Buscó en la cocina, en el balcón. No estaba. Se sentó en el sofá donde esa misma noche había dormido y donde esa misma noche había destrozado un poco más su tabique nasal. Miró por la mesa rezando encontrar algo de cocaína, unos restos, un par de granos (si fuese un par de gramos sería mejor). No lo encontró. Se recostó en el respaldar con las manos en la nuca y la mirada al techo. Se dejó caer en el sofá y agarró una manta que había caída en el suelo y se tapó. Cerró los ojos y se volvió a dormir. En su rostro caía una lágrima blanca y de la nariz una gota de sangre. Creo que era ya casi la 1.

martes, 23 de agosto de 2011

La manta del sofá




Cuando se despertó se desprendió de la manta que la rodeaba y la lanzó al suelo, sucio y mugriento, al que le salían los primeros brotes de cualquier cosa sembrada. Aquel sofá no era el suyo, ni siquiera se parecía. Quedaba algo de alcohol en la botella. Una copa. Quizás dos bien repartidas. No dudó ni un momento en empinar la botella y tragar hasta la última gota de la forma más egoista que conocía. No le importó que él, cuando se despertase, buscase el whiskey hasta debajo del felpudo. Agarró con los dedos fuertemente los últimos centímetros de una colilla mal apagada la noche anterior. Se la encendió y aspiró el veneno que rápidamente alcanzó los pulmones y estos se lo agradecieron en forma de tos profunda y seca.
Se colocó la falda y se peinó el pelo con los dedos de la mejor manera que podía. Allí, en aquel lúgrube lugar, no existían los espejos. ¿Para qué? ¿Acaso él necesitaba verse para descubrir que era un monstruo? Una vez acicalada rebuscó entre la mesita. Parecía que el polvo que aspiraba involuntariamente no era suficiente. En algún lugar debía haber algo de coca. Le entró ansiedad y arremetió su rabia con todo lo que vió en la mesa. No encontró nada, solo un billete de 5 euros y algunas monedas. Cogió el dinero y lo metió en su bolso y, acto seguido, se santiguó y salió por la puerta deseando, que ese día fuese mejor que el anterior.

lunes, 23 de mayo de 2011

Las dos velas




Qué lindo cuando nos sentamos, los dos juntos frente a dos velas. Deseábamos cambiar el mundo, derrocar a esta dictadura, democratizar nuestras esperanzas. Estábamos tú y yo, si, como siempre, como cualquier domingo de playa o cualquier viernes de salón. Pero esta vez tocaba plaza y al ardor de la lumbre. El cemento fue mi arena y sus voces nuestro deseo. Huelva nos pareció menos pequeña, y el sistema menos grande. Aplaudíamos los ideales, que eran suyos pero eran tan nuestros,...hubo tiempo de abrazarte, de hacer cosquillas en tus gemelos, el tiempo parecía pararse. Prefería sentarme en el suelo, poner descalzos mis pies en las lozas, los bancos de la plaza me causaban un ardor etimológico comparable con las risas de algunos que se mofan de la causa. No era 1968. Esta vez le tocaba a mi generación, a la perdida, a la aprendiz soñadora. Y allí estábamos tú y yo, sentaditos, vigilando que ni las palabras ni el viento lograra apagar nuestras dos velas.

jueves, 19 de mayo de 2011

DEMOCRACIA REAL YA




Ya nos cansamos de llorar, de asfixiarnos, de bailarles el agua. De botar al son de los dirigentes, de votar a impresentables. Ya nos cansamos de pagar sus yates, sus coches, sus pensiones vitalicias. De poblar las oficinas del INEM, de rogar un trozo de pan. Nos cansamos y armamos nuestras manos con pancartas, vítores y cánticos, con esperanza. Y sentimos que se mueve algo, que esto puede cambiar. Sentimos que nuestra unión forma su desunión. Porque pedimos justicia, que la democracia sea realmente el poder del pueblo ya que, hoy día, la palabra democracia es de esas cosas que irónicamente no representan su significado y que nos hacen caer en una decepción más de la lengua. La lengua, la misma que nos ha hecho callar tanto tiempo y que ahora grita libertad. La misma que solicita, formalmente y avalada por miles de ciudadanos, como a los bancos sutilmente gustan, que levanten un poco el pie de nuestras cabezas, que dejemos de ser una generación perdida, que podamos soñar y/o que nos enseñen a hacerlo.

lunes, 2 de mayo de 2011

Tan paisana



Las lágrimas de su cara se mezclaría con el agua de la lluvia, la cual, conseguiría una extraña sensación como de descenso del Guadiana. Seguro que su rostro estaba igual que siempre, pequeña y hermosa, sin envejecer, tan humana y tan diosa, tan esdrújula, tan paisana. Su nombre bien podría ser María, pero todos la llamamos Rábida. No se si lloverí. Allá donde yo estaba lo hizo con gran sutileza, como si tuviera que descargar sin querer molestar a nadie. Mientras, tras la colina que vigila la fortificación que Jerónimo de Ró construyó para defender a tu gente se mecía una nube negra, como de paso, como queriéndose asomar a tu guarida. Viendo como te mecían en tu puerta, tan cerca del cielo, que parecías danzar agarrada por las cigüeñas. Sentí en la distancia el repicar de las campanas, dándonos a los sanluqueños el último aviso, las castañuelas y la flauta al son del tamboril, los cohetes que anunciaban tus deseos intensos de pasear, de soñar, de salir. Sentí en la distancia, aún sin saber si realmente lo hiciste, como decías "bom día" a tus vecinos, como parabas o como subías por la portela. Sentí decenas de medallas de cordón rojo. Sentí, tu grandeza,tan humana y tan diosa, tan esdrújula, tan paisana.No sentí la divinidad, a pesar de sentirte tan diosa. Mi ateísmo crónico y prolongado del que tantas veces reniego cuando pierdo la fe. Pero sentí tu energía, tu fuerza, tu voz. Igual que cuando correteaba por tus calles siguiéndo tu estela, adelantándote por la izquierda, acortando a veces camino para llegar a la iglesia y ser los primeros en verte entrar por tu puerta. Igual cuando amagué con ser danzarín hasta que te llevaste a uno contigo, a mi compañero, a mi amigo. Posiblemente me costó perdonarte. Sin embargo estoy aquí, desde un lugar cualquiera a una hora predeterminada. Una vez acabada tu festividad, deseando que el año que viene te pueda sentir tan humana y tan diosa, tan esdrújula, tan paisana.

jueves, 31 de marzo de 2011

Fregando los platos




Otra vez fregando los platos, los rotos, los lanzados, los que queman al ver el tiempo detenido. Y otra vez aguardando la fila, la dos, la que me lleva a renovar mi demanda. El techo, cada vez más bajo, me empuja hacia el suelo, cada vez más alto, y me estruja el silencio de las mañanas de diario, las de parque o simplemente viendo Ana Rosa. Suena eco en la billetera y se sonroja mi cuenta bancaria. Mientras tanto, desde un hemiciclo, se ríen de mi situación y de la pensión de nuestros viejos los encorbatados representantes de la democracia. Me toca sellar. Incertidumbre.

martes, 22 de marzo de 2011

KAKARICATURAS





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