viernes, 23 de diciembre de 2011

La carretera era enorme




La carretera era enorme, mayúscula, cual si fuera vocal en medio de tantas comas, rebeldes, juntas y de la mano. Era recta y profunda como su más triste ignorancia y en sus palabras, las que repetía constantemente y en los huecos de la almohada solía acomodar, se veía, o más bien se escuchaba, susurros de tristeza, de soledad, de desamparo,...al fin y al cabo, de esperanza. Porque la esperanza no se pierde, pero para no perderla antes hay que poseer todas estas características, a su libre elección por supuesto. Medio cuarto de desamparo, cuarto y mitad de futuro incierto y ponme la cabeza para el gato. Quizás el camino era extenso, oceánico, como si fuera la luz de una vela reflejada en la más profeta oscuridad. Pero no importaba. Tampoco importaba que su coche lengueteara las últimas gotas de la reserva de combustible, como beduino entre las dunas o como un poeta alcanzando la felicidad. Nada ni nadie podía pararlo. Kilométrica distancia inversamente proporcional a sus ansias de llegar allí. No importaba si en el próximo árbol tenía que dejar tirado el coche. La esperanza al fin y al cabo es eso, una locura.

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