domingo, 11 de marzo de 2012

eterna ¿juventud?





Es curioso como pesan los años, a lomos o en bolsas, pero pesan. Pesan tanto que a cada año que se suma se encorvan más las vértebras y se hunden más los pies. Son como yunques que rompen la piel o la arrugan. Pero curioso es, y mucho, cómo pesan según los sientas. Ayer, el mismo que escribe y agoniza con su vejez anticipada, moribundeaba en la previa de su treintena, en la soledad de quien alcanza esa edad sin saber a que ventanilla dirigirse. Ayer mismo era triste mi mirada y con incertidumbre mi corazón. Abandonaba los veintitantos que tan jóvenes nos hacen pero que inmaduros paseamos.
Son treinta, ¿y qué más da?. Son treinta y entro en otra dimensión. Ayer, el que escribe, el que intenta resumir sus absurdeces en un renglón de mayor o menor dimensión, moribundeaba y hoy, el que relata, sobrevive.
Porque son treinta años a los que abrazo y a los que doy la bienvenida. Porque el futuro empieza justo después del hoy y aún quedan muchos mañanas que resumir, que vivir y que disfrutar.
Porque los años, aunque pesen, solo son números.

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