martes, 3 de julio de 2012

La ventana indiscreta

Se acercaba la hora de siempre, la prevista, la esperada por ambos. Allí los dos expectantes observando por el hueco que hay entre el pico de la cortina que levantaban con sus manos y el trozo de cristal de la ventana que dejaban descubierto. No debía tardar mucho. Como todos los días, a esa hora, en ese aproximado momento, tendría que aparecer con su melena ya suelta de gomillas y horquillas. No podía tardar mucho porque el menor de ellos, Carlitos, tenía como hora límite las 19:00 para llegar a casa y solo 6 minutos separaban de su límite con las manecillas actuales. Estaba acostumbrado a esperar este momento hasta las 7 y salir corriendo calle abajo hasta llegar a su casa. De pronto entró por la puerta con precisión suiza. Los dos se pellizcaron para demostrarse que, nuevamente, no estaban soñando. El mayor de ellos, Roberto, mira con los ojos como plato al menor de ellos, Carlitos, pero este no podía dejar de mirar aquel monumento. Aún estaba con ropa interior pero eso ya les valía. Nerviosos, de vez en cuando, cerraban el hueco de la ventana que dejaban al descubierto con su pícara invención del levantamiento de cortina. Ella se metió en la ducha como siempre, a estas horas, y durante el tiempo que duró su remojada acción, ellos sólo veían la figura difuminada por el cristal de la mampara y era cuando aprovechaban para intercambiar opiniones. -Es una diosa -dijo el menor de ellos, Carlitos, hijo de fontanero y secretaria pero que en casa se intercambiaban los papeles. En más de una ocasión Carlitos, el menor de ambos, había escuchado a la madre decirle al padre que hiciese esto, que le llevase lo otro y que apuntase lo demás. Y en otras ocasiones oirle al padre decirle a la madre que le limpiase las cañerías, aunque bien es cierto que esto también se lo escuchó decir a la vecina, a una tía suya, a una compañera de trabajo, a la que vende en la plaza,... -Y que lo digas -contestó Roberto. -Tienes mucha suerte -Y que lo digas -repitió Roberto. A los pocos minutos volvió a salir de la ducha, desnuda durante los breves segundos que hay desde que sale hasta que se envuelve en la toalla blanca que embutió su cuerpo. Dejo el baño y a los niños con ganas de más. -Tío, tienes una madre que no te mereces, hasta mañana -y salió corriendo a su casa esperando a que fuera ya el día siguiente, a la misma hora y en ese preciso momento. -Y que lo digas...-respondió solo Roberto, el mayor de ellos. Se paró un momento y añadió: -Y yo he salido de eso...

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