domingo, 14 de marzo de 2010

Abstinencia




Mientras nos separaba la pared yo preparaba la solución en la cuchara. El mechero ardía y yo inhalaba tu indiferencia. Las puertas chirriaban y la luz no volvía. Olía a amoniaco y tú no llegabas. Te oí, sin embargo, llorar tras el muro que marcaba nuestros límites pero, aunque quise correr hacia ti, tenía las manos ocupadas y la droga es cara y mis sentimientos desconocidos. Te escuché nombrar mi nombre con desesperación pero, aunque quise volar hacia ti, mi mente empezaba a saborear los refuerzos positivos que provocaba mi inspiración. Abriste la puerta con rabia y me encontraste sonriendo. Noté el golpe de algo en la cabeza pero en ese momento no me importaba ni qué era ni el por qué de ello. Cogiste al niño, algo de ropa y te vi marchar por donde hace unos años habías entrado. Dijiste algo con rabia. Me dedicaste algún insulto y desapareciste más rápido que el efecto de mi droga. Conforme fui recuperando mi ego normal me di cuenta que te había perdido. La puerta chirriaba y tu no volvías.

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