lunes, 11 de junio de 2012

Vienen y van

La melodía era perenne, como la insólita percusión de un verano interrumpido. Sonaban en nuestros oídos las notas y el baile, como peonzas infantiles en cualquier patio de colegio, sincronizaba aquel espectáculo audiovisual que eran aquel ir y venir de las olas del mar. Retornaban de distintas maneras. A veces con tal fuerza que derrumbaban las fortalezas de arena que hacían de frontera ante el océano. Un océano tan superficial como profundo, como el conocimiento de un maestro, como las verdades de la esquizofrenia, como el beso de un quinceañero. Y mientras tanto vienen y van, como las primaveras o los trenes de mercancías, como las críticas o como la burbuja inmobiliaria. Vienen y yo las veo marchar. Las olas, las despedidas, las canciones de estribillos martilleantes. Vienen y se van como un pero por su pasa, como el diente de león que diviso en el aire. Las olas, las del Atlántico que se meten en la arena, como se meten mis manos entre tu pelo y dejo caer hacia las puntas al igual que las olas al volver al interior. La melodía era perenne, pero el cielo aplaudía el adagio. Se van y se vienen, y entre tanto y tanto se van. Se van hasta el fin de semana que viene en el que juntos, y abrazados las volvamos a ver bailar.

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