domingo, 28 de febrero de 2010

Humo




Si el tiempo me ofreciera la oportunidad de darle marcha atrás, te juro que nada sería lo mismo. Que las lágrimas que derramaste tú -esas que ahora me inundan a mi- no hubiesen salido nunca de las cuencas de tus ojos, que sabrían a chocolate y a mar mis domingos, que no dormiríamos solos tanto tiempo. Y es que se hace el frío en mi memoria y mis sueños te ven cada vez más lejos. Me equivoqué como se equivoca un niño al dar la lección y ahora yo mismo aprendí la mía. Me equivoqué y aquí estoy igual que ayer. Roto de ver como fueron mis propias manos las que desanudaron los nudos que nos ataban. Como fue mi voz la que forzó la meta. Como mis pasos fueron los que se perdieron en el destierro. Ahora camino a marchas forzadas, sin ton ni son, caminando errante a ninguna parte. Cuando me detengo me doy la vuelta y miro el camino andado y solo hay dos huellas. Las mías. Qué atrás quedaron las cuatro que nos acompañaban al pasear. Los dos asientos ocupados en la parte de atrás de los autobuses. La mesa para dos de cualquier chino. Atrás, muy atrás, quedaron también los enfados y las discusiones porque ya ni eso existe. Solo existe indiferencia, el peor de todos los insultos.
Camino equivocado por tu calle. No recuerdo el número y casi se me olvida tu nombre. Corro despavorido porque solo queda humo y un montón de flores en la puerta a las que se les ha pelado de pétalos y esperanza. Corro despavorido porque pierdo mi bus como siempre. Mi maldita manía de querer estar el primero en la fila. Aquí solo queda humo y un montón de estiércol. Observo entre los presentes por si vinieses a perdonarme pero solo veo humo y nada más.

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