lunes, 31 de octubre de 2011

Con traje y corbata



Disculpe usted señor encorbatado, de chaqueta cambiante y vuelo irregular. Soy uno más entre los parados, entre aquellos en chandal o pantalón vaquero, con sudaderas con cremalleras o camisetas de algodón. Disculpe si lo cojo desayunando desde este hotel lujoso en medio de la ciudad, pero es aquí donde le he encontrado y desde donde me quiero explicar. Lo noto más simpático, más cercano, más borbón. Lo noto en como me da la mano, en como me mira, en como guiña y asiente cada palabra que lanzo. Supongo que se debe a que ahora me necesitas, a mi y a toda mi familia, amigos y enemigos. Será que precisas mi apoyo y te queda tan bien esa sonrisa de falsedad...
No, no quiero desayunar gracias, aún me queda dignidad. El croissant para usted o su homólogo francés, el zumo de naranjas y pepino para la alemana, y el café lléveselo a su madre que se lo agradecerá más. He venido aquí, o mejor, le he encontrado, para decirle que salga de este Ritz, abandone Moncloa, Génova o el Palacio de San Telmo y dése un paseo por las calles de verdad, por las del pueblo que ahora tanto aplaude. Fijese bien en nuestros problemas, en nuestro final de mes. Mira como de largas son las colas del paro, que ya no hay sitio para aparcar los coches en el INEM, ni siquiera dinero para gasolina, y por el bien del medio ambiente que tanto pregonan tendré que ir a pié.
Mira las listas de la compra, las pensiones de nuestros viejos, mis ingresos mensuales. Y dígame, ¿quiere que le vote?
Mira como comen nuestros hijos, nuestros nietos, mi futuro como diplomado (aunque gracias, porque por su labor, mi carrera tiene más salida que nunca. Puedo trabajar de dependiente, comercial, reponedor, en el McDonald), mi generación como se arrastra por los lodos para optar por un puesto en un Supermercado.
Mira, pero deje de una puta vez el croissant y mira, mira a tu alrededor, como aumentan las tasas de pobreza, como se reducen las comidas diaria, como lloran los padres y les consuelan sus hijos.
Mientras tanto, las empresas, las grandes y ricas, echan sin piedad a cientos de miles de empleados eficaces, independientes.
Mientras tanto, bajan mis pensiones, aumentan mis años de cotización. Si, a esa que no llegaré a mis casi treinta años por haber estado estudiando, por faltar trabajo.
Mientras tanto, aumentan vuestros sueldos, aumentan vuestras pensiones vitalicias. ¿Pero eso como va a ser? ¿Encima quieres que te vote?
Mientras tanto los bancos, pero no donde nos sentamos a esperar el tren o una oportunidad, se forran a nuestra costa. Las grandes guardianas de nuestro dinero. Me quitan la casa, mi vida, y encima debo seguir pagándoles. Pero que panda de sinvergüenzas. Si, pero no me asienta de nuevo y me digas eso. Claro que ves la injusticia, pero no haces nada por evitarlo. Al contrario, les invitas a un café y que lo pague el Estado.
Dime señor como quiera que se llame, de traje del color que quiera o zurdo o diestro, me da igual. Después de esto, ¿quieres que te vote?
Me voy a pegar el lujazo de invitarle a este desayuno, al fin y al cabo lo hacemos a diario. Ah, no olvide llevarle el vaso de café a su madre. Ella no tiene culpa de tener un hijo como usted.

De esas que nos da la vida



Una piedra, y otra piedra, y otra piedra, y una roca,...y cada vez más viejos y más cansados, sin fuerzas para saltarlas. Cada vez más duras, más tercas y más putas. Cada vez más urticariantes, como danzarinas medusas en un poblado mar. Piedras negras y marrones, grises como este otoño, cínicas. Piedras que se van quedando por el camino, siendo solo eso, piedras, pero que se nos meten en la cabeza preocupando nuestros sentidos, tristes y pesados sentidos. Tacto, aspereza de cielo, fría la tierra que pisan nuestros zapatos. Olfato, fetidez extrema en el ambiente, huele dinero en sus bolsillos y cada vez más a mierda en nuestras cuentas. Huele a barro hasta en las piedras que encuentro en mi caminar, y las piso y las repiso pero sigue oliendo más. Gusto, amargor, dulce amargor. Me sabe mal la vida, las angustias salivan calamidades. Me sabe mal la vida, como a chocolate agrio, como nubes de algodón almidonado. Oído, para que quiero el oído. Para escuchar malas noticias, para oir sobre las injusticias. Crece el número de parados, y ellos cada vez más ricos. Resuenan en mis tímpanos coros infernales, Dos y res, pero cada vez menos soles. Vista, al frente, siempre al frente. Porque no hay que olvidar que solo son piedras, más grandes o más chicas pero solo son piedras. Piedra, papel o tijeras, el papel se carga la piedra, y el papel es el que jugamos en la vida, el que nos muestro los guiones que nos debemos saltar. El papel donde escribir nuestro propio destino. Porque no hay que olvidar que solo son piedras, y si no las puedo saltar paso por su lado.

miércoles, 26 de octubre de 2011





Míralos como se besan, como dos veinteañeros desvirgados. En los mismos labios de los que salían sus te quieros, falsos y roídos, con tufillo a venganza. Si entre los dos suman ochenta años y no pasa el viento entre sus pechos. Míralos, a la vista la gente, en un banco cualquiera y bajo las nubes negras que prometen remojarnos. ¿Quién lo hubiera dicho? Si esos labios, que fueron mis labios, que fueron humedad en mi vida, ahora se regocijan en esos otros labios, falsos y roídos, con tufillo a envidia. ¿Quién me lo hubiera dicho? Si hasta hace dos veranos fue mi compañía, mi secreto, mi dolosa perdición. Si hasta hace nada nos conformábamos con nada, nos deleitábamos con menos, nos besábamos todo. Pero míralos, ahí siguen, mientras los niños pelotean y los coches lloran.

martes, 25 de octubre de 2011

Sedimentos del desamor





Le dejó con la piedra en la boca, en la suya, acariciando sus dientes con duras rocas de salón. Hizo una mueca de acritud, como de limón amargo y cerró la ventana con fuerza, como si así impidiese más entrar al viento. Al otro lado, los coches, las demás ventanas, los otoños, y él. Se quedó como un árbol perenne ante el cenizo de cristal que ponía fin a todos sus pasos con ella, el mismo lugar donde desvirgó sus ósculos y desde donde divisaban astros poéticos en el cielo. Fue fuerte, no derramó ninguna lágrima. Ella tampoco. De repente volvió a abrir la ventana. Los nervios, los más nerviosos de Octubre, recorrieron todo su cuerpo. Le tiró una piedra y un jersey junto a una nota de papel. "Esto es tuyo"

jueves, 20 de octubre de 2011

the time



El tiempo es imparable, súbito y rabioso. Un subjetivo concepto rodeado de veinticuatro largas trenzas de color eterno. Pasa rápido al sonreir pero se alarga al llorar. El tiempo, perezoso, es un círculo blanco con dos velas negras, tirantes y presumidas. Una novedosa forma de soñar rodeada de sesenta odiosos minutos. Pero el tiempo es algo más. El tiempo, en ocasiones, es cálido y enamoradizo cual un salón con chimenea, o candente o azul. El tiempo, contigo, es primaveral, floreado y musical. Un canal de flores rodeado de veinticuatro esperanzas remendadas. El tiempo, en tu bolsillo, es menos tiempo que nunca.

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