miércoles, 26 de octubre de 2011





Míralos como se besan, como dos veinteañeros desvirgados. En los mismos labios de los que salían sus te quieros, falsos y roídos, con tufillo a venganza. Si entre los dos suman ochenta años y no pasa el viento entre sus pechos. Míralos, a la vista la gente, en un banco cualquiera y bajo las nubes negras que prometen remojarnos. ¿Quién lo hubiera dicho? Si esos labios, que fueron mis labios, que fueron humedad en mi vida, ahora se regocijan en esos otros labios, falsos y roídos, con tufillo a envidia. ¿Quién me lo hubiera dicho? Si hasta hace dos veranos fue mi compañía, mi secreto, mi dolosa perdición. Si hasta hace nada nos conformábamos con nada, nos deleitábamos con menos, nos besábamos todo. Pero míralos, ahí siguen, mientras los niños pelotean y los coches lloran.

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