lunes, 31 de octubre de 2011

De esas que nos da la vida



Una piedra, y otra piedra, y otra piedra, y una roca,...y cada vez más viejos y más cansados, sin fuerzas para saltarlas. Cada vez más duras, más tercas y más putas. Cada vez más urticariantes, como danzarinas medusas en un poblado mar. Piedras negras y marrones, grises como este otoño, cínicas. Piedras que se van quedando por el camino, siendo solo eso, piedras, pero que se nos meten en la cabeza preocupando nuestros sentidos, tristes y pesados sentidos. Tacto, aspereza de cielo, fría la tierra que pisan nuestros zapatos. Olfato, fetidez extrema en el ambiente, huele dinero en sus bolsillos y cada vez más a mierda en nuestras cuentas. Huele a barro hasta en las piedras que encuentro en mi caminar, y las piso y las repiso pero sigue oliendo más. Gusto, amargor, dulce amargor. Me sabe mal la vida, las angustias salivan calamidades. Me sabe mal la vida, como a chocolate agrio, como nubes de algodón almidonado. Oído, para que quiero el oído. Para escuchar malas noticias, para oir sobre las injusticias. Crece el número de parados, y ellos cada vez más ricos. Resuenan en mis tímpanos coros infernales, Dos y res, pero cada vez menos soles. Vista, al frente, siempre al frente. Porque no hay que olvidar que solo son piedras, más grandes o más chicas pero solo son piedras. Piedra, papel o tijeras, el papel se carga la piedra, y el papel es el que jugamos en la vida, el que nos muestro los guiones que nos debemos saltar. El papel donde escribir nuestro propio destino. Porque no hay que olvidar que solo son piedras, y si no las puedo saltar paso por su lado.

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