domingo, 13 de noviembre de 2011

Las 4:00 am




Debían ser más de las 4:00 am, más que nada por la cantidad de personas que habían en aquel tugurio. Que yo contase, dos camareros, un viejo de setenta y cuatro años y tres meses (lo se porque le faltan nueve meses para cumplir los setenta y cinco y esas cosas se notan desde lejos), un chico polaco acompañado de una chica polaca, un imberbe con acné y, desde que se fue enfadado su novio, una espectacular y alta mujer, pero no tan alta como su clase. Si fuese valiente os confesaría ahora mismo que me encandiló pero, ¿qué podía hacer?
Estaba bebiéndose un tequila mientras masticaba algunos cacahuetes. Le quedaba más de la mitad del vaso cuando alzó al cielo su mano y se bebió lo que quedaba de alcohol.
-Otro por favor-le pidió educadamente al mayor de los camareros
Tenía el pelo rubio con peinado de peluquería. Sus pendientes de perlas brillaban con el reflejo de la tenue luz que doraba su cara. Una blusa blanca que debía costar un pastón a la que ella, estratégicamente, había privado de colocar uno de los botones en su debido agujero para mostrarnos(me) lo más sugerente de su generosidad. En su banqueta de al lado su abrigo y su bolso que debían valer más que mi hipoteca de dos meses. ¿Qué podía hacer yo? Su novio, su amigo, su ex, su marido, quién coño fuera había aparcado anteriormente un Mercedes CLS al lado de mi Twingo azul que bien podía ser rosa fucsia o amarillo limón, o blanco y negro como las cebras. Da igual, nadie iba a mirar aquellas cuatro latas al lado de aquel tanque de la ingeniería alemana. ¿Cómo podía competir yo ante eso?
Su mirada empezó a descentrarme.
-"¿Me ha mirado?"-pensé. "No, seguro que ha sido sin querer. O estaba mirando como se están besando los dos chicos polacos".
Recogió sus cosas y se sentó al lado mía.
-Perdona por entrometerme pero, ¿eres el chico que murió el mes pasado?
-Sí, ¿cómo me has reconocido?-contesté asombrado por la capacidad de análisis. Rubia, guapa y lista.
-Bueno, igual es porque te veo más difuso que al resto y porque no te puedo tocar. He visto tu Twingo ahí aparcado. ¿Es que no tienes...perdón, tenías, a nadie que pueda retirarlo?
Claro, como no iba ella a reparar en el Twingo si había dejado su Mercedes vigilando al mío.
-Sí tenía gente -contesté- Una hermana que vive en Andalucía y que no se dignó a venir a mi entierro con la excusa barata de que estaban operando a su marido a vida o muerte. Por lo que te puedo contar no he visto ni su ánima ni su nombre en la lista así que la disyuntiva dejó de ser disyuntiva. Afortunadamente, claro.
-Vaya, es fascinante
-¿Fascinante?¿El qué?
-Que estemos aquí intimando y a punto de acostarnos, tú un cuerpo éter y yo pura pasión
-¿Acostarnos? ¿Y tu marido? ¿o es tu novio? ¿Llevo cinco preguntas consecutivas?
-Seis con esa última. No te preocupes, lo he dejado marchar. Se ha llevado consigo su cartera y su CLS. No su Mercedes, sino su CLS
-Así que te llamas...
-Andrea
-Pensé que serías...
-Mercedes. No, Mercedes es la guarra que se ha estado tirando a mis espaldas y que también se ha enterado hoy mismo que estábamos juntos. Se ha quedado sin una y sin la otra.
-Qué cabrón
-No hables así de él!!!
El enfado fue notable. Cogió sus cosas y se marchó, no sin antes dedicarme un:
-¡ Bete a la mierda !
Con faltas de ortografía y todo. Se ve que era rubia, guapa y lista pero que no sabía de gramática.
Me quedé estupefacto, muerto. Cogí mi chaqueta y me fuí. Pagué mi cuenta y la de ella. Me devolvió el camarero más joven 5 euros y el viejo en los zapatos. Despedí a la gente pues me quedaba un largo camino para llegar a casa, para llegar al cielo. Pero antes me dirigí al viejo que acababa de vomitarme:
-¿Te espero?

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