jueves, 17 de noviembre de 2011

Pecados




Cuando volvió a la tierra era Marzo y el cielo oscuro prometió guerra. Traía el pelo más largo que nunca, tan largo que casi tocaba el suelo. Una rasta con gomas y algún que otro parásito le acompañaban. Sus ojeras denotaban sueño, como si llevara despierto desde su marcha. Un cigarro, quizás Marlboro, flotaba en sus labios. Tenía los pantalones rotos, de cuero negro y botas tejanas. Lo único diferente a la última vez que estuvo aquí fueron sus alas, sus negras y largas alas.
Y allí estaba soltando humo de aquel cigarro, quizás Winston, mientras miraba, con los brazos en jarra, aquel campanario triste que, como casi todos los campanarios, habían dejado de tocar hacía tiempo para dar paso a las tecnologías. Ahora, la gente va a misa por la llamada de un actor de doblaje llamado altavoz. Había vuelto, sí, pero para cerrar un trato. La última calada se la dió a las 11 y al exhalar todo el humo se hizo media noche. Coincidió la última campanada descargada de Internet con las últimas partículas de aquel humo del infierno que lanzaba por su boca.
Traspasó la puerta de aquella iglesia como por arte de magia y de repente se hizo la luz. Una doble hilera de velas en el suelo, que nadie había colocado allí se encendió al unísono. Comenzaba en la puerta y acababa en el altar. Fue cuando cogió otro cigarro, lo situó en su boca y se agachó casi de forma horizontal para encender el pitillo. Al encendérselo inhaló fuerte y se santiguó. Sus uñas, sus negras y largas uñas crecieron en cuestión de segundos. Paso a paso se acercó al altar y, al llegar, observó que la cruz se había quedado vacía. Ni siquiera los clavos con los que fue clavado se encontraban allí. Su desconcierto fue religioso. Mientras fumaba aquel cigarro, quizás Nobel, escuchó una voz que sonaba justo detrás suya.
-No deberías fumar aquí
Su barba le hacía parecer descuidado pero a la vez tan sabio.
-No creo que en la iglesia moleste el humo.
-¿Por qué dices eso?
-Velas, cirios, incensarios,...
-Para, para...
-Inquisición, quema de libros,...
-He dicho que pares!!!
-Perdón, me he crecido
-¿Qué has venido a hacer aquí?
-Vengo a confesarme, ¿dónde está?
-¿dónde está quién?
-Ya lo sabes, no te hagas el tonto
-Lo he tenido que bajar. Se a qué vienes
-Tu no sabes nada
-¿Qué hora es? - preguntó aquel cura con figura de Cristo
-¿No ves que hace bastante que dejó de importarme el tiempo?
-Pues a mí si me importa, tengo que acostarme
-Confiéseme padre
-Empieza
-¿Aquí?
-Empieza coño
-Ave María purísima
-Sin pecado concebida
-Padre me confieso de ... ... ... ... ... ...
Y así estuvieron dos o tres horas, contándole todos sus pecados, los efectuados en vida y los reverenciados al otro lado. Al final rezó 30 padres nuestros, el Cristo volvió a la cruz, las velas se apagaron y aquel angel negro siguió con sus alas negras fumando aquel cigarro, quizás un habano. Se quedó mirando aquel campanario y se marchó por donde había venido. Alzó sus alas y saltó hacia arriba. Diez metros en vertical y desapareció. Debía haber sido político porque ni Dios pudo arreglar sus pecados.

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