miércoles, 12 de diciembre de 2012

El dedo en la llaga


Me metió el dedo tan fuerte en la llaga que terminó saliendo por mi culo. Y así quedé, como una marioneta al amparo de su brazo que, por más que trataba de zafarse de mi, por más que agitaba su extremidad, más movía mi cuerpo horizontal sin conseguir su propósito. Estaba, por qué no decirlo, bien jodido. La estampa parecía de Buñuel. Yo, ocultaba su brazo como si fuera el caparazón de una tortuga y él interiorizaba mi cuerpo como si fuera una víscera más. Parecíamos cada vez más extraños y cada vez más siameses.
Y así tuvimos que acostumbrarnos a vivir. Al principio nos costó la convivencia. Sobre todo cuando mi vientre decía que ya no podía más y él tenía que meter un poco el dedo para dentro para que pudiera hacer mis necesidades. Además, no es lo mismo sostener un cuerpo con el brazo como hacía él a sostenerlo con la boca como hacía yo. Y así tuvimos que acostumbrarnos a malvivir. He de decir que la gente nos miraba raro. Incluso alguna moneda recogimos del suelo. Cuando él se cansaba, yo que ya tenía el cuello entrenado,  lo levantaba como bien podía y caminaba sosteniéndolo en equilibrio. Pero pronto se cansaba también de tener las piernas en alto sin poder colocarlas en ningún sitio y volvía a caminar por su cuenta. Era tan inconformista,...
Y así tuvimos que acostumbrarnos a vivir. Por cierto, ya que no me preguntáis, la próstata bien gracias

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