jueves, 29 de agosto de 2013

Caída otoñal de tormenta veraniega




La puerta tan abierta y el cielo tan cerrado me hicieron comprender, en este lapso de custodia matutina, que la luz que entraba no era más que armonía. No era luz solar ni luz de ningún foco. Era paz que entraba por el arco. Porque incluso empezaba a llover y en solo diez segundos se destapó una tormenta. 

Es posible que el primer retumbe me cogiera de sorpresa. Yo, que tenía los ojos como el cielo, cerrados pero dormido, me desperté sobresaltado y a la vez respirando con fuerza aquel olor a humedad que me regalaba esta versión beta del otoño. Yo que ya estaba un poco harto del sol y del calor que le acompaña, confieso que me alegró escuchar el saludo impetuoso de la tormenta. 

Y aunque volverá el calor, y de eso no me cabe duda alguna, me quedo impasible viendo como el cielo encapotado me regala una tregua, una caída adelantada de hojas y un olor a tierra mojada que recrea en mis versos, en mis antes cálidos pero ahora húmedos versos, el comienzo de mi estación preferida. Esa que desalienta a la mayoría, que pasa tan de puntillas por mi tierra, pero que me otorga un ramo de tranquilidad a mi sudorosa piel, y a mis tristes y perdidos poemas.

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